💭 Cuando la convivencia se convierte en aprendizaje
- Elena Soldado Llamas
- 14 may
- 1 Min. de lectura
El otro día, en el taller de estimulación cognitiva, vivimos un momento de tensión:
A partir de una dinámica que simulaba una situación cotidiana —un perro suelto que se acerca a unos niños en un espacio público— surgieron emociones intensas, opiniones enfrentadas y vivencias personales muy distintas.
Podría haberse convertido en un conflicto. Pero decidimos parar, respirar y mirar más allá del desacuerdo.
Porque lo que estaba en juego no era el perro. Era algo más profundo: el hartazgo acumulado, el sentimiento de injusticia, las normas que unas veces se aplican y otras no, el derecho a sentirse segura, la sensación de no ser escuchada…
Y entonces nos preguntamos:
🔹 ¿Cómo convivir con personas que no han vivido lo mismo que yo?
🔹 ¿Cómo respetar lo común sin renunciar a lo que necesito?
🔹 ¿Cómo hablar desde el yo, sin atacar al otro?
Todo eso lo trabajamos también en este espacio. Porque estimular la mente no es solo hacer ejercicios cognitivos: es también entrenar la empatía, la flexibilidad mental, la escucha activa. Es reaprender a comunicar lo que siento sin herir, y a responder sin estallar. Es dejar de reaccionar desde la rabia o el cansancio, y empezar a elegir cómo responder.
✨ A veces, el verdadero entrenamiento empieza justo ahí: en una conversación que incomoda, en un desacuerdo que remueve, en una emoción que no esperábamos.
Y eso, lejos de ser un problema… puede ser el mejor aprendizaje del día.

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