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Correr para que se nos vea

El 8 de marzo no es un día de flores ni bombones. Es un día de lucha, de memoria y de futuro. Y este año, en Ludo y Sofía, hemos querido aportar nuestro granito de arena de la mejor manera que sabemos: contando historias. Porque las historias no solo entretienen, también incomodan, despiertan preguntas y abren los ojos a lo que a veces pasa desapercibido.


A lo largo de la semana, hemos acompañado a Sofía en escenas cotidianas que, aunque puedan parecer pequeñas, reflejan desigualdades que siguen pesando en la vida de muchas niñas y mujeres. Que si las chicas no corren tan rápido. Que si es normal que sean más ordenadas. Que si los problemas técnicos mejor que los resuelva un chico. Que si ayudar en casa es una cuestión de buena voluntad, no de responsabilidad compartida. Pequeños gestos, frases hechas, expectativas que se van acumulando hasta convertirse en muros invisibles.


La velocidad de Sofía sorprendiendo a Ludo en una carrera no es solo una anécdota simpática: es el reflejo de cómo los estereotipos pueden hacer que ni siquiera nos planteemos ciertas posibilidades.


Pero no basta con correr rápido. Hay que correr para que se nos vea.


Y hay muchas cosas que siguen en la sombra. Se habla del “techo de cristal”, pero menos del suelo pegajoso: esa barrera invisible que impide a muchas mujeres salir del ámbito doméstico y acceder al mercado laboral en condiciones dignas. Mientras nos repiten que podemos llegar hasta donde queramos, la realidad es que la falta de políticas de conciliación nos empuja a renuncias que no son libres cuando no hay alternativas reales.


Porque aquí van algunos datos que quizás no sabías:

🔸 Más del 35% de las mujeres emprendedoras en España lo son por necesidad, no por vocación. No es que de repente nos entre la fiebre empresarial, es que el mercado laboral no deja otra opción.

🔸 El 80% de las reducciones de jornada las solicitan mujeres. Porque alguien tiene que hacer que todo funcione, y adivina quién suele asumir ese papel.

🔸 En España, las mujeres dedican, de media, el doble de horas que los hombres al trabajo no remunerado: crianza, cuidados, tareas del hogar. Y si hablamos de familias monomarentales, la carga se multiplica.


No es una cuestión de “elección personal”. Es un sistema que sigue sin repartir bien los tiempos, las oportunidades y los cuidados.


Pero no todas las mujeres parten del mismo punto en esta carrera. La desigualdad de género no afecta por igual a todas: las mujeres racializadas, migrantes, con discapacidad o en situación de pobreza encuentran aún más obstáculos en el camino. No es una opinión, son datos. Y los datos no se debaten, se afrontan.


Y ahí es donde Ludo y Sofía se cruza con el feminismo. Porque hablar de bienestar familiar sin hablar de feminismo es como intentar montar un mueble sin instrucciones: acabarás frustrada y probablemente te falte una pieza clave.


Desde este espacio trabajamos, no solo esta semana, sino durante todo el año, para acompañar a quienes sostienen el día a día de sus familias, reivindicando que los cuidados sean una responsabilidad compartida y valorada. A través del juego, del aprendizaje y de la conexión emocional, queremos que infancia y adultez puedan cuestionar esos roles heredados y construir nuevas formas de convivir. Más equitativas, más libres, más felices.


El 8 de marzo no es un día para felicitar, sino para reivindicar. No queremos aplausos, queremos cambios. Queremos que nuestras hijas no tengan que correr con el lastre de lo que no se espera de ellas. Que puedan ser veloces, fuertes, brillantes. Que no tengan que elegir entre su vida y su vocación. Que puedan llegar lejos sin que nadie se sorprenda de que lo hagan.


Así que sigamos corriendo. Porque cuando una avanza, avanzamos todas.



 
 
 

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